Diego Lamagna

Diego Lamagna

Diego Lamagna (27) daba exhibiciones de Freestyle con su bicicleta. Viajaba por el interior del país pero esos días se había quedado en su casa en Avellaneda. La mañana del 20 de diciembre veía con su mamá en la televisión lo que sucedía en la Plaza de Mayo. En la pantalla pasaban las imágenes de los policías tirando los caballos encima de las Madres. “Mirá lo que están haciendo”, se indignó. Unos segundos después se puso su gorra y caminó hacia la puerta. “A la noche vuelvo”, le dijo a su mamá antes de salir.  Fernando de la Rúa había decretado el estado de sitio el día anterior y solo se hablaba de lo que pasaba en el centro de la Ciudad. El colectivo 24 lo llevó hasta allá. Diego se sumó a la protesta. Gritó, cantó y caminó unas pocas cuadras. Apenas una hora después de salir de su casa, cerca de las 16.20, recibió dos disparos en el pecho. Los que lo vieron desplomarse en Avenida de Mayo y Tacuarí lo levantaron y lo llevaron hasta donde estaban las ambulancias. Diego murió mientras lo trasladaban. Fue uno de los cinco asesinatos en las inmediaciones de la Plaza ese día de 2001.

Poco después, Gastón Riva (31) recorría las calles en la moto con la que repartía correspondencia y pizzas. El día anterior ya había estado por esas calles mientras trabajaba. Le había contado a su esposa María que quería volver a la Plaza. Por eso ella estaba nerviosa en la casa, junto a sus tres hijos, tratando de saber por dónde andaba su marido. Cerca de la 9 de Julio, Gastón iba y venía, ayudaba a los que habían quedado ahogados por los gases. En uno de esos recorridos, un tiro de escopeta en el pecho lo hizo caer de espaldas. Su moto siguió unos metros más y también cayó. María vio por TV cómo llevaban un cuerpo ensangrentado. Reconoció las ropas de Gastón. Horas más tarde le dijeron  que estaba muerto en el hospital Argerich.  

Muy cerca de donde le dispararon a Diego y a Gastón, también caminaba Carlos “Petete” Almirón (23). El estudiaba sociología, ponía membranas en los techos con el marido de su mamá y militaba en el Movimiento de Desocupados 29 de Mayo de Monte Chingolo y en la Correpi. Ese día, junto a sus compañeros, habían decidido en asamblea ir a la Plaza de Mayo. Desde chico Carlos arrastraba un poco una de sus piernas pero igual seguía a paso firme en la multitud. Cuando encabezaba una columna que intentaba volver hacia la Plaza, en 9 de Julio y Avenida de Mayo recibió un disparo en el pecho de un arma policial. Lo llevaron en ambulancia al Argerich, donde fue operado dos veces, pero murió antes de la medianoche. 

Esa mañana del 20, Gustavo Benedetto (23) llegó primero al supermercado Día de La Tablada, donde todos los días trabajaba 12 horas por un sueldo que no le alcanzaba. Los dueños del local no habían querido abrirlo por miedo a los saqueos que se repetían en el conurbano. Al mediodía, finalmente sus temores se hicieron realidad, los vecinos abrieron la persiana y entraron a llevarse alimentos. Al rato, a Gustavo le avisaron que no volverían a abrir y que ya no tenía más trabajo. Entonces decidió ir a la Plaza. Se subió al 126 para que lo acercara a la zona. Viajó casi una hora y media hasta que llegó a Avenida de Mayo. Allí se daba una de las más duras represiones contra grupos de motoqueros. En medio de las corridas, policías habían comenzado a disparar y a detener manifestantes. Gustavo era flaco, medía 1,90 y sobresalía en la multitud. Una cámara de Crónica TV lo tomó en Avenida de Mayo al 600, frente al banco HSBC, cuando un grupo de policías que estaban en el espacio de los cajeros automáticos comenzó a disparar. “¡Están tirando desde adentro!”, se llegó a escuchar por televisión, cuando una bala le dio en la cabeza a Gustavo. Su hermana y su mamá vieron en directo esas imágenes. 

Cerca de las 19.30, cuando los que estaban en la zona pensaban que la violencia disminuiría porque De la Rúa ya había renunciado, fue asesinado Alberto Márquez (57). Militante peronista de San Martín, vendía seguros, estudiaba Derecho y había comenzado a dar clases en un secundario. Tenía tres hijos. Ese día estaba en una plazoleta de la 9 de Julio, entre Sarmiento y Perón. Márquez hablaba por teléfono y pedía detalles de lo que sucedía en la Rosada con el ex presidente. Iba acompañado por Marta, su pareja, cuando dos autos y una camioneta estacionaron frente a la plazoleta de la República. Según los testigos, hombres vestidos de civil, que llevaban chalecos de la Policía Federal le dispararon dos tiros en la espalda. Quedó tirado en la calle abrazado por su compañera. Fue el último que murió ese día en el que De la Rúa subió a los techos y se fue en helicóptero de la casa de gobierno. 

Quince años más tarde, el 23 de mayo de 2016, el Tribunal Oral Federal N° 6, condenó al ex secretario de Seguridad Interior de De la Rúa, Enrique Mathov, al ex jefe de la Policía Federal Argentina, y a Rubén Santos, por ordenar y dirigir la represión policial que el 20 de diciembre de 2001 provocó las cinco muertes y decenas de heridos en la ciudad de Buenos Aires. También condenó a los comisarios Norberto Gaudiero y Raúl Andreozzi por sus responsabilidades en el operativo y a otros cinco policías. En diciembre de 2021, la Cámara de Casación confirmó las condenas.

El ex presidente Fernando de la Rúa, quien tomó las decisiones que provocaron la brutal represión, entre ellas, la declaración del estado de sitio, fue sobreseído en instancias previas a este juicio. Por este motivo, en noviembre de 2015 el CELS presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una denuncia que busca que el sistema interamericano aborde los límites de la declaración e implementación del estado de sitio en los términos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y fije estándares sobre el uso de la fuerza en las protestas y manifestaciones.

Diego Lamagna

20/12/2001 Centro de la Ciudad de Buenos Aires
Diego Lamagna

Diego Lamagna (27) daba exhibiciones de Freestyle con su bicicleta. Viajaba por el interior del país pero esos días se había quedado en su casa en Avellaneda. La mañana del 20 de diciembre veía con su mamá en la televisión lo que sucedía en la Plaza de Mayo. En la pantalla pasaban las imágenes de los policías tirando los caballos encima de las Madres. “Mirá lo que están haciendo”, se indignó. Unos segundos después se puso su gorra y caminó hacia la puerta. “A la noche vuelvo”, le dijo a su mamá antes de salir.  Fernando de la Rúa había decretado el estado de sitio el día anterior y solo se hablaba de lo que pasaba en el centro de la Ciudad. El colectivo 24 lo llevó hasta allá. Diego se sumó a la protesta. Gritó, cantó y caminó unas pocas cuadras. Apenas una hora después de salir de su casa, cerca de las 16.20, recibió dos disparos en el pecho. Los que lo vieron desplomarse en Avenida de Mayo y Tacuarí lo levantaron y lo llevaron hasta donde estaban las ambulancias. Diego murió mientras lo trasladaban. Fue uno de los cinco asesinatos en las inmediaciones de la Plaza ese día de 2001.

Poco después, Gastón Riva (31) recorría las calles en la moto con la que repartía correspondencia y pizzas. El día anterior ya había estado por esas calles mientras trabajaba. Le había contado a su esposa María que quería volver a la Plaza. Por eso ella estaba nerviosa en la casa, junto a sus tres hijos, tratando de saber por dónde andaba su marido. Cerca de la 9 de Julio, Gastón iba y venía, ayudaba a los que habían quedado ahogados por los gases. En uno de esos recorridos, un tiro de escopeta en el pecho lo hizo caer de espaldas. Su moto siguió unos metros más y también cayó. María vio por TV cómo llevaban un cuerpo ensangrentado. Reconoció las ropas de Gastón. Horas más tarde le dijeron  que estaba muerto en el hospital Argerich.  

Muy cerca de donde le dispararon a Diego y a Gastón, también caminaba Carlos “Petete” Almirón (23). El estudiaba sociología, ponía membranas en los techos con el marido de su mamá y militaba en el Movimiento de Desocupados 29 de Mayo de Monte Chingolo y en la Correpi. Ese día, junto a sus compañeros, habían decidido en asamblea ir a la Plaza de Mayo. Desde chico Carlos arrastraba un poco una de sus piernas pero igual seguía a paso firme en la multitud. Cuando encabezaba una columna que intentaba volver hacia la Plaza, en 9 de Julio y Avenida de Mayo recibió un disparo en el pecho de un arma policial. Lo llevaron en ambulancia al Argerich, donde fue operado dos veces, pero murió antes de la medianoche. 

Esa mañana del 20, Gustavo Benedetto (23) llegó primero al supermercado Día de La Tablada, donde todos los días trabajaba 12 horas por un sueldo que no le alcanzaba. Los dueños del local no habían querido abrirlo por miedo a los saqueos que se repetían en el conurbano. Al mediodía, finalmente sus temores se hicieron realidad, los vecinos abrieron la persiana y entraron a llevarse alimentos. Al rato, a Gustavo le avisaron que no volverían a abrir y que ya no tenía más trabajo. Entonces decidió ir a la Plaza. Se subió al 126 para que lo acercara a la zona. Viajó casi una hora y media hasta que llegó a Avenida de Mayo. Allí se daba una de las más duras represiones contra grupos de motoqueros. En medio de las corridas, policías habían comenzado a disparar y a detener manifestantes. Gustavo era flaco, medía 1,90 y sobresalía en la multitud. Una cámara de Crónica TV lo tomó en Avenida de Mayo al 600, frente al banco HSBC, cuando un grupo de policías que estaban en el espacio de los cajeros automáticos comenzó a disparar. “¡Están tirando desde adentro!”, se llegó a escuchar por televisión, cuando una bala le dio en la cabeza a Gustavo. Su hermana y su mamá vieron en directo esas imágenes. 

Cerca de las 19.30, cuando los que estaban en la zona pensaban que la violencia disminuiría porque De la Rúa ya había renunciado, fue asesinado Alberto Márquez (57). Militante peronista de San Martín, vendía seguros, estudiaba Derecho y había comenzado a dar clases en un secundario. Tenía tres hijos. Ese día estaba en una plazoleta de la 9 de Julio, entre Sarmiento y Perón. Márquez hablaba por teléfono y pedía detalles de lo que sucedía en la Rosada con el ex presidente. Iba acompañado por Marta, su pareja, cuando dos autos y una camioneta estacionaron frente a la plazoleta de la República. Según los testigos, hombres vestidos de civil, que llevaban chalecos de la Policía Federal le dispararon dos tiros en la espalda. Quedó tirado en la calle abrazado por su compañera. Fue el último que murió ese día en el que De la Rúa subió a los techos y se fue en helicóptero de la casa de gobierno. 

Quince años más tarde, el 23 de mayo de 2016, el Tribunal Oral Federal N° 6, condenó al ex secretario de Seguridad Interior de De la Rúa, Enrique Mathov, al ex jefe de la Policía Federal Argentina, y a Rubén Santos, por ordenar y dirigir la represión policial que el 20 de diciembre de 2001 provocó las cinco muertes y decenas de heridos en la ciudad de Buenos Aires. También condenó a los comisarios Norberto Gaudiero y Raúl Andreozzi por sus responsabilidades en el operativo y a otros cinco policías. En diciembre de 2021, la Cámara de Casación confirmó las condenas.

El ex presidente Fernando de la Rúa, quien tomó las decisiones que provocaron la brutal represión, entre ellas, la declaración del estado de sitio, fue sobreseído en instancias previas a este juicio. Por este motivo, en noviembre de 2015 el CELS presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una denuncia que busca que el sistema interamericano aborde los límites de la declaración e implementación del estado de sitio en los términos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y fije estándares sobre el uso de la fuerza en las protestas y manifestaciones.